Tengo nuevos trapos y no sé si salir con suéter o, a lo sumo, luciendo mi saquito blusero; pero me vuelvo cada día más loca: no me cierra el pantalón.“¡Tirá para arriba, hacelo por mí!”; “Flaca, te hacen falta vitaminas” me dicen.
¡A brillar mi amor! Me maquillo mucho porque quisiera que esto dure para siempre y consulto, “¿Qué ves cuando me ves?”:“A una azafata del tren fantasma; te maquillás como con barro; no salgas sin documentos, andá por la sombra y cerrá bien el portón”. Mi vieja es lo más grande que hay.
Hace frío y estoy lejos de casa. Llego tarde y me falta algo para ir pues caminando yo no puedo; mejor no voy en tren, voy en avión (el dinero no es todo ¡pero cómo ayuda!)
Bajé en sarmiento y esmeralda, compré un paquete de pastillas Renomé y entré -la entrada es gratis, la salida vemos-. Pido un jugo de tomate frío, sopa de caracol, moscato, pizza y fainá y helado de almendra; en mi boca no hay control pero tengo las pastillas del abuelo para la digestión.¡A rodar mi vida!
¡Zas! Salta la discusión: “Te doy pan, quieres sal, nena nunca te voy a dar lo que me pides”; “¡Me tiraste el pingüino, me tiraste el sifón!”; ¡cómo estamos hoy, eh! Insinúo que quizá se bebió de más, “¡Borracha está la puerta: cerraste y quedó abierta!” me retruca una mientras pregunta “¿Dónde voy, dónde estoy, quién soy yo, qué hora es, dónde estaré?”.Creo que nadie puede dar una respuesta, que se pescó un virus y, como no tengo más intenciones que seguir bebiendo de esta copa, hago silencio que no es silencio. Mejor no hablar de ciertas cosas.
El ambiente se está poniendo ultraviolento y me siento como sapo de otro pozo.
Parece que la fiesta terminó y las jóvenes de ayer ahora esperan,de igual a igual, a cuando pase el temblor -nada como ir juntos a la par, je!-.
Entretanto, en la cabeza tenía la voz de mi viejo que me sonaba como un rulo de tambor: Yo te avisé, ¡y vos no me escuchaste!
Después de esto me faltaría un día menos para el alta en el manicomio. Ya fue.
(Publicado en Ahora+)
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