martes, 14 de abril de 2020

La importancia de la experiencia

Con los años, he ido viviendo y acumulando experiencia, y de acuerdo a los resultados obtenidos puedo decir sin falsa modestia, que me ha servido de muy poco. Pero, lejos de interpretar mis caídas como errores, las tomo como un aprendizaje –porque además de optimista, soy de lo más ilusa-. Por esa razón es que repito una y otra vez las mismas cosas; no porque sea de madera, sino porque me gusta reafirmar mis conocimientos.
El hecho de pegarme continuamente la cabeza contra la pared es precisamente el motivo por el que reincido en las mismas cuestiones: me queda el cerebro a la miseria. Debería golpearla contra algo no tan contundente, como para que me quede sana alguna neurona y me permita tomar nuevas y  mejores decisiones.
Sin embargo, gracias a los porrazos que me he dado en los caminos de la vida –que están muy mal señalizados y bastante baqueteados para quien los transita a ciegas-, he aprendido lo que me hace bien y mal, lo cual estimo, será sumamente enriquecedor si alguna vez lo llego a poner en práctica.

La experiencia y la voluntad
A esta altura del partido -en el que detento un respetable empate- conozco perfectamente la diferencia entre una comida sana y una chatarra. Sé muy bien cuáles alimentos son nefastos para mi salud, pero los como igual ¡porque son tan ricos! Incluso comencé un par de regímenes –hasta consulté con una nutricionista no virtual-, pero eso de tener que planificar las comidas me coarta el espíritu creativo de pensar qué diablos preparar para el almuerzo/cena y resolverlo con unos improvisados fideos con manteca, unas hamburguesas ciento por ciento de cajita, o unas prepizzas con abundante aceite –de oliva, porque no hay que descuidarse- . Afortunadamente, no soy una inconsciente;  como tengo la experiencia y el conocimiento de que me hacen mal, las como, pero con culpa: algo es algo.
Lo mismo me pasa con el ejercicio; sé que caminar media hora diaria obra maravillas, pero ¿adónde ir que pueda tardar quince minutos para ir y otros quince para volver? Si me excedo en la caminata pierdo tiempo para dedicarme a cultivar el intelecto, por lo que prefiero quedarme sentada y cómoda jugando al Mahjong online, que es más divertido y me mantiene la mente alerta, aunque el resto del cuerpo me quede entumecido. De esta manera me aseguro que a la vejez llegaré lúcida y canchera –en el arte del Mahjong-, aunque me tengan que ayudar hasta para ir al baño, porque la piernas no me respondan.
No es un tema menor el de las adicciones, ya se trate a cigarrillos, alcohol o a sustancias químicas como los compuestos multiuso que dañan mi aparato respiratorio -pero me dejan la cocina y el baño inmaculados-, las tóxicas cremas antiarrugas -tóxicas para mi presupuesto-, o la ingestión desmedida de Theobroma cacao en cualquiera de sus presentaciones –bombones, chocolates y postres helados, entre otras-, que me aumentan la autoestima, las caderas y la masa abdominal.
Sé positivamente que todos son dañinos, pero ello no impide que de tanto en tanto me tire una canita al aire. Hablando de canas, me olvidaba de mi adicción a tapármelas con tinturas, que me dejan rascándome a cuatro manos el cuero cabelludo, la cara y el cuello porque soy alérgica al peróxido. Y, aunque me quede la piel roja como un tomate –fruto que también me produce alergia pero lo sigo consumiendo porque les da felicidad a mis divertículos- me tiño de todos modos, porque prefiero que los demás piensen que tengo sarna antes que años. Y además el rojo urticaria es el color de esta temporada.
En fin, que la experiencia muchas veces no sirve de nada si no hay voluntad para hacer cambios y si nos dominan los excesos.
En ese sentido, más de uno se preguntará por qué entre las adicciones no están incluidos los excesos carnales. Y la verdad es que, además de que me da un poco de vergüenza referirme a esos temas, en lo único carnal que podría excederme es en engullir un bife de chorizo más allá de ocasiones especiales –como el cobro del aguinaldo-. Todo lo demás constituye un exceso, pero de imaginación.

(Publicado en la revista Ahora+)

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