sábado, 28 de marzo de 2020
Salida de amigas en clave de rock
Me llaman las viejas locas de mis amigas -Miranda, Juana la loca, la viuda e hijas de Roque Enrol,la Renga y la ex que dejó a Raúl por cheto- para organizar un aquelarre. Pienso “¿Adónde va la gente cuando llueve?”y, como el silencio no es mi idioma, propongo ir a una cinema verité porque, ¿qué se puede hacer salvo ver películas? Antes de mandarnos besos por celular tiro una idea sui generis: no quiero ver caras conchetas, miradas berretas y hombres encajados en Fiorucci así que, ¿Y si después del cabaret nos vamos para el sauna? Costumbres argentinas de decir no, ¡salvo una!:"El lujo es vulgaridad" dijo, y me conquistó. Quién dijo que todo está perdido?
Tengo nuevos trapos y no sé si salir con suéter o, a lo sumo, luciendo mi saquito blusero; pero me vuelvo cada día más loca: no me cierra el pantalón.“¡Tirá para arriba, hacelo por mí!”; “Flaca, te hacen falta vitaminas” me dicen.
¡A brillar mi amor! Me maquillo mucho porque quisiera que esto dure para siempre y consulto, “¿Qué ves cuando me ves?”:“A una azafata del tren fantasma; te maquillás como con barro; no salgas sin documentos, andá por la sombra y cerrá bien el portón”. Mi vieja es lo más grande que hay.
Hace frío y estoy lejos de casa. Llego tarde y me falta algo para ir pues caminando yo no puedo; mejor no voy en tren, voy en avión (el dinero no es todo ¡pero cómo ayuda!)
Bajé en sarmiento y esmeralda, compré un paquete de pastillas Renomé y entré -la entrada es gratis, la salida vemos-. Pido un jugo de tomate frío, sopa de caracol, moscato, pizza y fainá y helado de almendra; en mi boca no hay control pero tengo las pastillas del abuelo para la digestión.¡A rodar mi vida!
¡Zas! Salta la discusión: “Te doy pan, quieres sal, nena nunca te voy a dar lo que me pides”; “¡Me tiraste el pingüino, me tiraste el sifón!”; ¡cómo estamos hoy, eh! Insinúo que quizá se bebió de más, “¡Borracha está la puerta: cerraste y quedó abierta!” me retruca una mientras pregunta “¿Dónde voy, dónde estoy, quién soy yo, qué hora es, dónde estaré?”.Creo que nadie puede dar una respuesta, que se pescó un virus y, como no tengo más intenciones que seguir bebiendo de esta copa, hago silencio que no es silencio. Mejor no hablar de ciertas cosas.
El ambiente se está poniendo ultraviolento y me siento como sapo de otro pozo.
Parece que la fiesta terminó y las jóvenes de ayer ahora esperan,de igual a igual, a cuando pase el temblor -nada como ir juntos a la par, je!-.
Entretanto, en la cabeza tenía la voz de mi viejo que me sonaba como un rulo de tambor: Yo te avisé, ¡y vos no me escuchaste!
Después de esto me faltaría un día menos para el alta en el manicomio. Ya fue.
(Publicado en Ahora+)
Tengo nuevos trapos y no sé si salir con suéter o, a lo sumo, luciendo mi saquito blusero; pero me vuelvo cada día más loca: no me cierra el pantalón.“¡Tirá para arriba, hacelo por mí!”; “Flaca, te hacen falta vitaminas” me dicen.
¡A brillar mi amor! Me maquillo mucho porque quisiera que esto dure para siempre y consulto, “¿Qué ves cuando me ves?”:“A una azafata del tren fantasma; te maquillás como con barro; no salgas sin documentos, andá por la sombra y cerrá bien el portón”. Mi vieja es lo más grande que hay.
Hace frío y estoy lejos de casa. Llego tarde y me falta algo para ir pues caminando yo no puedo; mejor no voy en tren, voy en avión (el dinero no es todo ¡pero cómo ayuda!)
Bajé en sarmiento y esmeralda, compré un paquete de pastillas Renomé y entré -la entrada es gratis, la salida vemos-. Pido un jugo de tomate frío, sopa de caracol, moscato, pizza y fainá y helado de almendra; en mi boca no hay control pero tengo las pastillas del abuelo para la digestión.¡A rodar mi vida!
¡Zas! Salta la discusión: “Te doy pan, quieres sal, nena nunca te voy a dar lo que me pides”; “¡Me tiraste el pingüino, me tiraste el sifón!”; ¡cómo estamos hoy, eh! Insinúo que quizá se bebió de más, “¡Borracha está la puerta: cerraste y quedó abierta!” me retruca una mientras pregunta “¿Dónde voy, dónde estoy, quién soy yo, qué hora es, dónde estaré?”.Creo que nadie puede dar una respuesta, que se pescó un virus y, como no tengo más intenciones que seguir bebiendo de esta copa, hago silencio que no es silencio. Mejor no hablar de ciertas cosas.
El ambiente se está poniendo ultraviolento y me siento como sapo de otro pozo.
Parece que la fiesta terminó y las jóvenes de ayer ahora esperan,de igual a igual, a cuando pase el temblor -nada como ir juntos a la par, je!-.
Entretanto, en la cabeza tenía la voz de mi viejo que me sonaba como un rulo de tambor: Yo te avisé, ¡y vos no me escuchaste!
Después de esto me faltaría un día menos para el alta en el manicomio. Ya fue.
(Publicado en Ahora+)
viernes, 13 de marzo de 2020
Enredados en la red
La tecnología ha puesto en nuestras manos la posibilidad de conocer
gente o comunicarnos con aquellas que no hemos visto en décadas, de otear en
qué anda alguno que otro ex –que dicho sea de paso, están hechos pelota la
mayoría de ellos y los que no, es porque suben imágenes de cuando eran púberes-,
o las ex de nuestro actual –que sonríen triunfantes desde sus fotos de perfil
las muy cretinas, como sabiendo el clavo que se quitaron de encima-.
A eso se le suma la oferta de juegos que aunque medio tontis
no dejan de resultar apasionantes, las fotos y comentarios de conocidos y
conocidos de nuestros conocidos que nos importan un pito y la oportunidad de
colgar, compartir y pegar canciones, videos, cadenas y cartelitos con frases de
autoayuda muchas veces berretas que salvo honrosas excepciones, nadie mira.
Todo eso y mucho más nos zambulle en un mundo virtual plagado
de charlas intrascendentes con compañeros de trabajo entrañables en su momento,
pero por los que ahora no derrocharíamos una gota de cera depilatoria en pos de
un encuentro, de granjitas rodeadas de verde –bueno para no perder el contacto
con la naturaleza- y de competencias de preguntas y respuestas para reconocer que
nuestra cultura general –y la de los que arman el cuestionario- es paupérrima.
Podría interpretarse que todo esto es una crítica encubierta
a las redes sociales, pero es justo al revés; frente a la opción de hacer las
camas, viajar como sardinas o limpiarle la jaula al canario entre otras
actividades temerarias, pasarse el día en las redes sociales resulta hasta
adrenalítico.
Aprendizaje a distancia
Estar a tono con esa movida implica comprometerse, dedicarle
horas quitadas al sueño y a los quehaceres, ocupaciones y afectos, todo lo que
a veces nos puede provocar uno que otro dolor de cabeza. Nuestros hijos y
cónyuge nos reclaman atención, nuestros jefes más producción –o un poquito por
lo menos-, nuestra casa más limpieza, y nuestra heladera algo de comida.
Insaciables. Mientras que ellos tienen la posibilidad de vernos en vivo y en
directo, los otros deben conformarse sólo con unas cuantas horas diarias de
chat.
Está visto que las únicas que nos aceptan tal como somos y
que no amenazan con abandonarnos son las arañas; el techo y los rincones dan fe
de ello.
Leer un buen libro, escuchar nuestra música favorita o
disfrutar de una película son cosas de antaño, de cuando no teníamos una vida
social tan excitante como la que tenemos ahora, que estamos conectados a un
montón de gente que nos cuenta que se cortó el pelo o que abrió la puerta en
ojotas, o que nos muestra fotos de su gato en poses que lo asemejan… a un gato,
revelando que el felino problemas de identidad no tiene.
Además, ¡hay tanto para aprender! En principio, a descifrar esos
verdaderos ideogramas que son los íconos y entender por ejemplo, que reírse escribiendo
¡jaja! o lol es lo mismo, o que el dibujito de un corazón roto apunta a una
desilusión amorosa y no a un infarto.
Incluso en este momento estoy por comenzar un curso
introductorio sobre “Hashtag: Procesamiento de señales y prácticas de laboratorio”
que dicta mi sobrina de 11 años y que parece, será atrapante. Será difícil
encontrar un momento para hacerlo ya que tengo todos los horarios cubiertos,
pero bueno, no puedo estar desactualizada, y después de todo, mi hija y su
pediatra pueden esperar.
En fin; me encantaría continuar explayándome sobre los
beneficios de tener una existencia a lo Matrix pero será en otra ocasión; por
distraerme con esto dejé de prestarle atención al juego de los diamantitos y me
queda una sola vida.
Lo único que desearía es que, si les gustó esta nota, le den
un “like”.
(Publicado en la revista "Ahora Más")
(Publicado en la revista "Ahora Más")
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